domingo, 8 de marzo de 2009

Una enfermedad todavía no erradicada en África

Hace unos meses, durante un viaje al Norte con la única compañía de la radio del coche, sintonicé una emisora que emitía un programa dedicado a los cooperantes españoles que trabajan por todo el mundo. Recuerdo que eran fechas Navideñas, porque una cooperante en un país africano felicitaba las Fiestas a través de la radio a sus familiares y amigos, y también se quejaba porque todavía no le habían llegado los paquetes con turrón y demás productos navideños que sus allegados solían enviarle cada año... "¡¡el correo aquí funciona fatal!!" se quejaba la buena mujer, añadiendo: "sé que mi hermana envió el paquete en octubre, así que, o se ha perdido o alguien ha decidido quedárselo...". Aseguraba que el turrón es algo psicológicamente muy importante para la comunidad española residente allí, pues les hace sentirse un poco más cerca de los suyos y de España, ayudándoles a mitigar su austera vida en África, llena de penurias y desgracias, pero también de muchísimas satisfacciones.
Esta mujer trabajaba en una leprosería. Inmediatamente recordé una conferencia a la que asistí hace ya mucho, mucho tiempo... Tendría yo unos 10 o 12 años, cuando en el colegio de monjas en el que estudiaba EGB una religiosa de la congregación, residente en el Congo, vino a darnos una charla acerca de su trabajo. Se me quedó grabado este día, quizás por la crudeza con la que la, a pesar de todo, optimista y jovial monja relató la vida cotidiana de estos enfermos y el rechazo social al que estaban sometidos. Me impresionó sobre todo enterarme de que tenían que tener sumo cuidado en no darles bebidas demasiado calientes, porque, al no tener sensibilidad en las manos, si la taza quemaba un poco se les quedaban los dedos pegados... y ellos ni se enteraban... ¡Me pareció algo terrible...! Nunca olvidaré ese día ni esa charla...
Días después de escuchar el programa de radio, investigando acerca de la enfermedad, me enteré de que en España todavía existe una leprosería. Está en la provincia de Alicante y apenas quedan en ella cincuenta pacientes, curados en su mayoría, y que viven allí básicamente porque no tienen un sitio mejor a donde ir. La calidad de vida ha mejorado mucho para esta gente porque, con fármacos, la enfermedad se cura o al menos se estanca. Hoy en día nadie se muere de lepra, siempre que tenga posibilidad de acceder a las medicinas, claro... pero aún así sigue siendo una enfermedad unida al rechazo social y al miedo al contagio. Una enfermedad oscura y sobrecogedora que conocí a una muy temprana edad, a través del relato de una buena persona que dedicaba su vida a mejorar la de los demás. Todo un ejemplo.

sábado, 7 de marzo de 2009

Marina

¡Qué cercanas son ahora las distancias! ¡Vaya un oxímoron!... pero es que hoy en día, con Internet y sus herramientas, parece que todo está a nuestro alcance y que no hay distancias si tenemos un ordenador y una buena conexión a la red. Puedes hablar y ver la cara de tus familiares y amigos dispersos por el mundo, saber qué han hecho, comido y bebido, ver las fotos de sus amigos y los lugares que han visitado las últimas vacaciones.
También es fácil recuperar viejas amistades que un día fueron muy íntimas y con los años se decoloraron o simplemente se perdieron. El otro día, un antiguo compañero de residencia universitaria me encontró a través de facebook tecleando mi nombre. Este reencuentro fue una grata sorpresa que me hizo rememorar alegres y lejanos tiempos. Tras los saludos de rigor le pregunté por la gente de la residencia. Me informó de algunos: Paco se casó hace unos años, Raúl trabaja de funcionario y Miguel de profesor. En cuanto a Marina...
Marina era mi gran amiga de esa residencia donde viví durante mi primer año de universidad. Era cuatro años mayor que yo, 22 ella y 18 yo, pero nos hicimos inseparables durante ese año. El curso siguiente cambié de residencia y, aunque nos veíamos de vez en cuando, no era lo mismo. Mantuvimos el contacto durante varios años, pero desde hace ya bastante tiempo no teníamos contacto alguno. A veces me acordaba de ella y sentía curiosidad acerca de su vida, así que me alegré del hallazgo a través de facebook...
Marina era un referente para mí en aquélla época. Alta, delgada, elegante, responsable y con mucha personalidad. Muy habladora, con un particular lenguaje de simpáticas palabras inventadas por ella... y muy, muy alegre, a pesar de que, no sé muy bien por qué, no tenía buena suerte en las cosas que se proponía. La recuerdo siempre estudiando esa asignatura que se le había atragantado de la carrera de farmacia... La última vez que hablé con ella tenía un novio con el que pensaba casarse y formar una familia.
Marina murió hace algo más de un año de una penosa enfermedad. Mi antiguo compañero me lo contó vía facebook... Me puse muy triste por esta mala noticia. Recordé la mala suerte de Marina. La vida a veces se ceba con alguna gente sin explicación alguna... En cualquier caso no está en nuestras manos cambiar el destino, así que sólo nos queda la resignación... y el facebook para seguir enterándonos de la mejor o peor suerte de la gente que en algún momento fue importante en nuestras vidas.