martes, 30 de diciembre de 2008

Las recetas de nuestra vida

Como mandan los cánones, cada uno opina que su madre es la mejor cocinera del mundo. ¡Pero es que en mi caso lo es de verdad!...
Bromas aparte, es curioso cómo recurrimos con frecuencia al recuerdo de la comida que preparaba nuestra madre o padre, abuela o tía, para rememorar vivencias felices del pasado.
Llega un momento en el que nuestro estómago parece tener más memoria que nuestro propio cerebro. Cierto día, uno descubre que los alimentos no se cocinan solos y que para hacerlo bien son necesarias horas de esfuerzo, preparación y premeditación...
Tras varios años trabajando en la gran ciudad, con el tiempo justo para preparar soluciones alimenticias de urgencia, he aprendido a valorar hasta el guiso de mi madre que menos me gustaba, aquel al que le echaba muchas zanahorias y que yo detestaba por eso.
Las comidas que más presentes tengo de mi infancia son recetas sencillas, recordadas en mi entorno con nombres muy familiares y que automáticamente consiguen llevarme mentalmente a momentos pasados muy felices.
La "carne asada de la olla express de los viernes" me transporta a la blanca cocina setentera del primer piso de alquiler de mis padres, con la lavadora recién llegada a nuestras vidas y la enorme tele en blanco y negro, que considerábamos más un elemento de decoración que un sistema de comunicación audiovisual -sería porque tenía más mueble que pantalla...-
La "compota de manzanas con canela y azúcar" me transporta a las tardes-noches de invierno, haciendo los deberes bajo la vigilancia materna: "¡¡mamáaaaa no me da tiempoooo!!" "¡aaay, si no dejaras siempre todo para el último momento..!.".
"El arroz de tía Vene" me recuerda a las vacaciones de verano en la playa y el "pollo de la abuela Concepción" me trae directamente el recuerdo de una tranquila estampa rural, que va desde la elección de la gallina a sacrificar, hasta las horas y horas que se pasaba la abuela preparándola en la cocina de leña de su casita de aldea. Jamás nadie ha logrado hacer el pollo como ella.
Los "muñequitos de pan de la abuela Vito", horneados para sus nietas cada quince días, me recuerdan a esos días de colegio en que era la protagonista de los recreos, cuando mis amigas hacían corrillo a mi alrededor para ver como me comía un muñeco muy chulo en vez de un aburrido bocadillo.
En Nochebuena, en la casa de mis padres, es tradición cenar el "besugo al horno con salsa de limón", que mi madre borda. Me transporta a todas las Nochebuenas de mi vida. Las recientes, más tranquilas y sosegadas y las alborotadas de mi infancia: barullo de griterío infantil, el abuelo Eli que siempre abría la puerta a Papá Nöel justo cuando los nietos no estábamos:"¡¡¡Abueeeelooooo!!!! ¿¿¡¡por qué nunca nos avisaaaaas!!??
Sí, definitivamente, la memoria culinaria es de las mejores que hay para sanear nuestras mentes inundándolas de recuerdos agradables.
Ojalá llegue un día en que algún ser querido se acuerde de mí por alguno de los platos que más me gusta preparar.
Pero creo que aún tiene que pasar mucho tiempo para eso...

lunes, 29 de diciembre de 2008

Superficialidad

Nadie tiene derecho a juzgar los gustos de los demás, por supuesto. Cada uno hace con su vida lo que le viene en gana y gasta su dinero, su tiempo y su intelecto en lo que más le gusta o le apetece en cada momento. Partiendo de esta premisa básica de respeto, apuntaré que cada vez me molesta más la superficialidad en la gente. Por supuesto que a cada cual le pueden parecer superficiales ciertas cosas que a otro no se lo parecen. En el mundo actual del consumismo y la vida fácil todos somos superficiales, en mayor o menor medida. La cuestión radica en saber poner el límite para que lo superficial no resulte insultante para los que nos rodean

El know how de Carmela

El sábado pasado visité a Carmela, mi peluquera.
Tenía el salón, como a ella le gusta llamar a su peluquería, repleto gente. Carmela regenta su negocio desde hace casi treinta años. Una peluquería unisex, porque ella siempre ha sido muy moderna y ha ido acorde con los tiempos. A pesar de ello, la mayor parte de la clientela es femenina. La mayoría de sus clientes son mujeres que la han visitado todos estos años, las hijas y nietas de éstas y amigas de unas y otras, fruto del buen funcionamiento del boca a boca. Los clientes hombres que acuden a la peluquería de Carmela están allí como fuera de lugar, como fuera de su terreno. Se ve que acuden más por costumbre que porque se encuentren cómodos. Probablemente esa peluquería sea la primera a la que les llevó su madre de niños y no han cambiado nunca. O bien acuden porque su mujer se empeñó en llamar a Carmela y decirle: "¡Ay, hija! ¡A ver si le haces algo más moderno en el pelo al soso de mi marido!" Y el marido acude, con un gesto entre divertido, excéptico y resignado...
Carmela es tremendamente analítica y conoce perfectamente a cada cliente. Sabe exactamente qué tiene que preguntar a cada uno para que se suelte a hablar sobre su vida sin contemplaciones. Con el paso de los años también ha aprendido que tiene que responder lo que su interlocutor quiere oir, y esto, por supuesto, puede no coincidir con lo que ella piense realmente...
Pero Carmela sabe, ante todo, escuchar. Ella ha entendido que esta es la clave de su negocio. Sus clientes habituales son en su mayoría señoras que no trabajan fuera de casa y cuyos hijos son adolescentes o ya se han independizado. Tienen mucho tiempo libre, se encuentran solas y ya sobrepasan los cincuenta. En su salón se habla de todo lo que se desea: los problemas con los hijos, lo mucho que trabaja el marido, la última desgracia familiar de algún conocido y de temas muy diversos que, generalmente, poco tienen que ver con los tratamientos capilares. Y cuando salen del salón, perfectamente peinadas y maquilladas y habiendo contado todo aquello que les preocupaba, se sienten relajadas y felices. Y ya se sabe que todos tendemos hacia lo que nos hace felices...
He llegado a la conclusión de que Carmela, en realidad, no regenta una peluquería, sino un gabinete psicológico. Ella escucha pacientemente e incluso da consejos y recomendaciones, porque en todos estos años de trabajo ha comprendido que el know how de su negocio poco tiene que ver con peines y secadores...

miércoles, 24 de diciembre de 2008

La Dolce Vita

Los lunes me gusta ver en la televisión autonómica un programa que tiene una gran audiencia. Se titula "Madrileños por el mundo" y casi toda la gente que conozco lo ve. Es un programa muy simple, en el que un cámara hace un seguimiento a madrileños expatriados que cuentan con mayor o menor detalle cómo es su vida diaria en los lugares más variopintos del planeta.
Está enfocado desde un punto de vista muy positivo y sus protagonistas irradian su más absoluta felicidad por vivir en este o aquel lugar.
Un día me detuve a pensar en por qué el programa gustaba tanto a la gente. Llegué a varias conclusiones, como por ejemplo que la hora y día de emisión es perfecta, más o menos a las nueve y media de la noche de los lunes. Lo vemos cansados, recién llegados del trabajo, ese día en que empieza la semana...
La primera conclusión fue bien sencilla: hastiados de nuestra rutina, nos creemos que la felicidad absoluta y el auténtico bienestar están en lo lejano, en lo exótico, lo distinto... como si cualquier lugar remoto y desconocido nos pudiera proporcionar la felicidad permanente que tanto ansiamos.
Otra de las posibles razones de su éxito puede ser que, habitualmente, nos muestran a gente que parece haber alcanzado la dolce vita en ese otro país, gente realizada con su trabajo, que vive en una bonita casa, con una familia maravillosa y un sueldo que siempre resulta ser bastante más elevado que los que tenemos en España. Y ahí está el segundo quid del programa en cuestión, que ha logrado mostrar a los espectadores exactamente lo que éstos ansían alcanzar ¡Qué bien pensado!...
Soñar es gratis... y cada lunes por la noche, tras la emisión, me invaden unas irreprimibles ganas de hacer las maletas e irme... ¡a donde sea!... sin medir las consecuencias ni pensar en nada más allá que en el aparente bienestar que me proporcionaría lo lejano. Pero me detengo y pienso que, a todas luces, lo que sucede es que en nuestra eufórica búsqueda de El Dorado, el lugar ideal y la dolce vita no vemos las posibilidades que tenemos delante de nuestra propia nariz.

lunes, 22 de diciembre de 2008

El gotelé del salón

¡Es horrible este gotelé! Eso pensaba el sábado, mientras, escurrida en el sofá, miraba al techo del salón de Nuestra casa en un momento de abstracción, mientras decidía si lo mejor era ir a la compra o leer un rato. Al final hice las dos cosas, leí un poco y fui a la compra. Tenía fiesta en casa el domingo y quería preparar una tarta y varios aperitivos.
El sábado salí a pasear y a comprar un vestido para una fiesta, leí, fui al supermercado, hice tarta, disfruté con la compañía de Salvio y tuve tiempo para pensar hasta en el horrible gotelé.
Qué bien vienen esos días en que se para el carro de la vida diaria de prisas y rutina y uno puede dedicarse a pensar en cosas importantes, menos importantes... y hasta en lo horrible que es el gotelé del salón...

sábado, 20 de diciembre de 2008

Soneto para una tarde libre de viernes

Tarde estupenda de viernes contigo
Paseo, besos, risas, hora soñada.
Adiós no poder disfrutar de nada,
ya libre del trabajo, del castigo.

Tú te vienes de la mano conmigo,
ciudad por descubrir, tarde soleada,
de Sol a Callao y a Gran Vía admirada.
Soy tan feliz que sólo eso te digo.

Vamos al cine y comemos helado.
Un largo beso rodeados de gente.
Volvemos, pensando en lo disfrutado.

De camino, un chocolate caliente.
No fue mejor cualquier tiempo pasado,
nada supera al momento presente.

jueves, 18 de diciembre de 2008

La hermana de Marta

En uno de mis primeros post de este incipiente blog, vía de escape de mis reflexiones y mi tedio, hablaba de cómo se materializó la crisis en mi mundo, de cuando la crisis dejó de ser para mí algo que estaba ahí porque decían los periódicos que la economía no iba bien y porque, según los telediarios, se habían alargado muchísimo las colas del INEM. En aquel post de principios de este mes de diciembre hablaba de mi amiga Cova, a la que habían despedido (Vid. "Mi amiga Cova") Ayer recibí otra noticia del mismo calibre. En menos de dos semanas, dos casos muy cercanos. La hermana de mi amiga Marta, treinta-y-tantos-cerca-de-cuarenta, embarazada de 3 meses... y despedida... Su empresa tampoco ha superado la crisis. Y los que vendrán. Puede que incluso yo misma.
Cuando la cola del paro se llena de caras conocidas se nos hace aún más larga, más penosa, más triste y, sobre todo, más real.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Un hijode...

En mi empresa el responsable de RRHH es un "hijode". Y no, no estoy insultando a su, imagino, santa madre, sino que realmente es un hijo de... jefe. Digo yo que por este motivo se pasea por delante del resto de los mortales que trabajamos con él con la cabeza tan alta que llegaría al techo -de no ser porque mide 1,50- sin decir ¡hola!, o ¿qué tal?, o buenos días tenga usted, o... algo, por Dios, ¡algo!
Y eso que es el responsable de RRHH. E hijo de jefe ¡no lo olvidemos!, que ya tiene delito el puestecito que se gasta el pollo pera siendo "hijode", pero bueno, dejaré para otro momento este pequeño -léase con la entonación más irónica posible- detalle...
Esa persona que tendría que preocuparse por nosotros, los recursos humanos de la empresa... Pan nuestro de cada día, otro de los misterios de ese lugar donde paso mis horas más productivas del día... Y ya comprenderéis lo que me j*de tener que ofrecer a esos mendrugos mis ganas de trabajar bien y la poca creatividad que me han dejado viva... ¡¡en fin!! mis quejas de siempre...
El caso es que en mi afán de empatizar con todo bicho viviente que desarrolle su carrera profesional en este curioso lugar donde trabajo -ya que infojobs no lo soluciona- he intentado por activa y por pasiva justificarle. Pero después de casi dos años no he encontrado explicación a su actuación y eso que he pensado en todo tipo de insatisfacciones personales, sexuales, laborales, crisis de identidad...¡qué sé yo!... Así que tiro la toalla, abandono, me doy por vencida y pienso que sí, que este tío realmente es un auténtico y genuino hijo de .... y esta vez sí que pienso en su madre...

martes, 16 de diciembre de 2008

Soneto para un jefe incompetente

Eres jefe, por fin lo has conseguido.
Nadie se imagina que te ha costado,
porque aunque ninguno se ha percatado,
no vales para ese puesto ofrecido.

A mí no me engañas, me huele a podrido.
Tu comportamiento te ha delatado,
temes que haya otro más espabilado
que te quite de ese sitio adquirido.

Por eso minusvaloras y gritas
al que de tu lugar te puede tirar,
comportamiento simple que no evitas.

Y no aciertas a tu alrededor mirar
para ver que, sin andar con chiquitas,
de tí huiré para este mi rumbo virar.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Viajes, recuerdos y felicidad.


Cuando Salvio y yo nos vamos de viaje, deseo que ese momento no acabe nunca. Desde que salgo por la puerta de casa empiezo a sentir una maravillosa sensación que no desaparece hasta varios días después de regresar.
Realmente, la dulce sensación ya empieza mucho antes de partir, con los preparativos. Leyendo la guía comprada meses antes, curioseando por Internet en foros y páginas de viajes, preparando el itinerario con Salvio, preguntando a amigos que ya conocen el lugar al que vamos a viajar...
Los viajes son maravillosos y lo que nos queda de ellos son los recuerdos, para toda la vida. Recuerdos que podemos hacer que jamás se borren de nuestra mente ayudándonos de una libreta para anotar nuestras vivencias, de nuestra cámara de fotos y de algún que otro objeto de recuerdo que traigamos con nosotros.
Siempre que visito un lugar nuevo me gusta traerme algo que consiga que me acuerde del lugar que visité tiempo atrás y en el que fui feliz. Porque, cierto es que jamás he visitado lugar en donde no me sintiese completamente feliz, ya sólo por la oportunidad de haberlo visitado. Y raro es que en el lugar que sea no encuentre algo que me maraville, me llame la atención, me sorprenda, me haga ver las cosas desde otro punto de vista o me ayude a comprender las diferentes costumbres y formas de ver la vida que hay en el mundo. Gentes distintas. Monumentos. Sabores nunca degustados. Olores posibles e imposibles. Paisajes desconocidos. Animales nunca vistos. Rascacielos increibles. Caudalosos ríos. Mares y océanos. Tantas cosas por ver y tanto que descubrir, vivir y aprender, que el tiempo del que se disponga en cada ocasión, por más que sea, nunca nos parecerá suficiente.
Esta fría tarde de domingo de un prematuro invierno, al calor de Nuestro Hogar, me senté ante una reconfortante taza de café. Un café en mi taza de Egipto. Ese "tesoro" de loza que descubrí en Nuestra visita a El Cairo, en aquella tiendecilla de objetos varios, y que me cautivó nada más verla en el escaparate. Mi taza del dios Horus, con jeroglíficos y colores brillantes. Y reviví aquél maravilloso viaje con Salvio. Y me sentí muy feliz.


sábado, 13 de diciembre de 2008

Las hermanas Bolena

Hace unos días vi la película "Las Hermanas Bolena", protagonizada por Natalie Portman y Scarlett Johanson. Me sorprendió muy gratamente, pues no esperaba que me fuese a enganchar tanto. Por este motivo, estos días me he interesado más por la historia de la corte del Rey Enrique VIII de Inglaterra y de las hermanas Bolena, dos de sus cortesanas. He comprobado que los datos no han llegado con exactitud a nuestros días, así que hay mucha confusión en cuanto a los pormenores de sus vidas. No obstante he descubierto una novela que puede que sacie mi curiosidad histórica: "El Diario Secreto de Ana Bolena". La leeré. ¡Espero que no me defraude!

jueves, 11 de diciembre de 2008

El Centro Comercial, la pérdida de los valores y el consumo responsable

El otro día en El Corte Inglés, un padre le reprochaba a su lloroso hijo de unos 8 años: "¿Es que todos los sábados tengo que comprarte algo por narices?" El padre estaba indignado y arrastraba al retoño hacia la puerta de salida mientras éste se agarraba a una caja que contenía lo que para él, seguro, era el mejor camión que había visto... desde el sábado anterior...

Está claro que los niños, como tales, no tienen conciencia del valor de las cosas. Cierto es que, a veces, se encaprichan de algo porque les sale de manera innata, porque son críos y les sale el arranque y la querencia por algo y no hay quién les haga bajarse del carro del lloriqueo y la pataleta. Pero si esta actitud se repite constantemente y en la mayoría de los niños nacidos en sociedades de consumo, podemos llegar a preguntarnos hasta qué punto hemos sido nosotros mismos los culpables de estas actitudes...

Hay padres que llevan a sus hijos los domingos a los columpios del parque, a hacer una excursión en bicicleta, a ver un museo o a visitar a los abuelos para charlar o jugar todos juntos a las cartas o al parchís. Otros prefieren ir sistemáticamente al Centro Comercial, porque "hay tantas cosas que hacer allí...".

Es cierto que hay centros de este tipo que ofrecen algún tipo de actividad como reclamo para acudir con los niños, como pistas de hielo, por ejemplo. Evidentemente, si un niño de 10 años le pide a su padre ir a esquiar un domingo a Xanadú... ¿con que argumento se va a negar éste?...

Salvo visitas aisladas del tipo anterior, no veo por ninguna parte el lado lúdico de visitar un Centro Comercial para pasar el domingo con la familia. Tampoco veo la justificación, salvo que tengamos la necesidad de comprar algo concreto. Porque, no nos engañemos, el Centro Comercial es un lugar para comprar y punto. Ir para "pasar el día" me parece una de las conductas más absurdas que ha originado la sociedad capitalista y de consumo irresponsable.

A todas luces, lo que conseguiremos de las generaciones venideras inculcándoles "la cultura del Centro Comercial" será la necesidad de obtener la felicidad momentánea a través de lo material. Y esto no tiene fácil cura, porque no parece una enfermedad... Pero vaya si lo es. Es una enfermedad de los valores.

Claro está que los tiempos que corren no son amigos de los valores, ni del diálogo familiar, ni de estrujarnos el cerebro para captar el interés infantil, proponiendo juegos enriquecedores y divertidos al mismo tiempo. Levántate, trabaja, corre, trabaja, come, corre, trabaja... Lo difícil es llegar a casa y ponerse a jugar o a dialogar con niños... menos mal que está la play para sacarnos del apuro y el domingo siempre nos queda el Centro Comercial...

martes, 9 de diciembre de 2008

El calendario


Ya tengo un calendario de mesa para 2009. Precioso. Pinturas de Van Gogh, una por cada día del año. Pensaré en Van Gogh y en su creatividad para no dejar morir la mía, herida de muerte por mi horario laboral...

domingo, 7 de diciembre de 2008

Ese nuevo viajero


¿Qué significa irse de viaje?... en muchas ocasiones, observando y analizando ciertas conductas, me he preguntado qué sentido tiene para algunas personas el hecho de viajar.

Hay infinitos tipos de viajero. Se me ocurren ahora: el mochilero sin un chavo al que no le queda otra que hacer las noches en un tren o albergue, el mochilero que lo es porque le gusta y lo disfruta muchísimo, aquel que se conforma con un hostal cutre, el más sibarita y pudiente que va a hoteles caros... Aparte de estos detalles, todos ellos, como viajeros, tienen en común el que les gusta conocer nuevos lugares, nuevas costumbres. Vivir la ciudad que visiten, sea española, europea, asiática o americana, sus museos, sus monumentos, su oferta cultural, su gastronomía, sus calles, sus gentes... Reencontrarse con la naturaleza en la montaña, sentir la brisa marina en la cara, disfrutar comiendo unas latas de sardinas en un campo lleno de flores o escuchar cantar a los pájaros dando un largo paseo por los prados y montes de cualquier inhóspita aldea del norte de España.

Aún en un mismo destino, cada viajero aprovecha para empaparse de aquéllo que le resulta más atractivo, evidentemente cada uno tenemos nuestros gustos y damos prioridad a unas u otras actividades según éstos.

Pero he observado que en los últimos años ha proliferado una nueva especie que quiere hacerse pasar por "viajero", pero no es tal. Seguro que os suena si os hablo de gente para la que viajar es irse a algún lugar sólo por lo bien que queda decir que te has ido. Y da igual a donde sea. Cualquier lugar es mejor que quedarse en casa. Es esa gente que, cuando alguien habla de algún viaje reciente o en proyecto siempre saca a relucir alguno de sus viajes "estrella". Son los especialistas en mirar billetes e irse a donde sea más barato, aunque sea a costa de estar en un lejano lugar un puñado de horas. Es la cultura del ir porque sí, porque si todos viajan yo también, aunque no tenga ni puta -con perdón- idea de lo que es visitar un lugar nuevo. Pero "¡fíjate! me he ido, ¡oyes!"... "aunque resulta que en aquel sitio no había -o no encontró, diría yo...- nada que hacer"... ¡¡Pues búscatelo!! Ya que te vas en busca de no-sabes-qué a algún sitio que suena "superbién", interactúa, ¡¡¡¡coooño!!!!

Lo que más me molesta de este tipo de "nuevos viajeros" es que se nota que ni siquiera están disfrutando con lo que hacen. Nada les gusta, nada llama su atención, todo parece poco, o sucio, o raro, o "uf! qué bien vivimos en nuestra ciudad"... pero... ¿y lo bien que queda llegar el lunes a la oficina y decir que estuviste en "cualquier-lugar-mejor-cuanto-más-lejano"? El caso es irse. Que queda guay decirlo a los colegas, sobre todo a los que no han tenido vacaciones, "¡ay pobres! ¡¡con lo bien que yo he viajado!!" Pero ¡¡Señor Mío!! ¿qué conocerá esta gente de su propia ciudad?...

Es sábado... ¿me voy de compras?

Recuerdo que cuando era una niña mi madre me compraba ropa dos veces al año: al comenzar el colegio, en septiembre y al finalizar el colegio, en junio. Ella misma se compraba ropa también en esas fechas. Los jerseys y las chaquetas me los hacían mi tía Vene y mi abuela.
Tengo vivo el recuerdo de esa época, cuando Zara era sólo una tienda un poco más grande que las demás y que vendía ropa por temporadas. Me gusta comprar ropa, pero con límites. Dicen que ha sido precisamente Zara la que ha "socializado" el mundo de la moda, poniendo a nuestro alcance nuevas colecciones cada semana. Como imperio, chaupeau por Zara. Tener una amplia oferta está bien para todos. Cada uno elige lo que quiere y cuando quiere, pero... ¿dónde está el límite?... El límite, evidentemente, está en uno mismo y su criterio de lo que es necesario y lo que no lo es... ¿es necesario ir de compras cada sábado? ... ¿cada mes?... ¿cuántos vestidos necesito para ser feliz?... ¿alguna vez encontraré la felicidad a través de las compras? ... ¿compro para ser feliz o soy feliz porque compro?... ¿compro para olvidar?...
Y en medio de esta vorágine de consumismo compulsivo de moda pienso yo ... ¿hay algo mejor que estar todo un fin de semana con tu gente, unos vaqueros y un par de mudas? ... ¿hace falta algo más? ...

jueves, 4 de diciembre de 2008

Mi amiga Cova

Hoy me llamó mi amiga Cova. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de ella. La vida en una gran ciudad es lo que tiene: muchas cosas que vivir y muy poco tiempo para hacerlo. Nos pasamos el día haciendo planes y planes sabiendo que no cumpliremos ni la mitad: ni iremos al gimnasio, ni a clase de inglés, ni al curso de cocina ni al de danza oriental... por mucho que nos lo hayamos propuesto.

Conocí a Cova en una empresa para la que trabajé hace algún tiempo. Enseguida hicimos migas: mismos estudios, gustos parecidos y similares inquietudes... ¡bien!...¡¡alguien con quien compartir confidencias en el día a día laboral!!

Aunque no muy lejanos, eran otros tiempos, sin duda. Eran tiempos en los que todavía se podía uno permitir ser optimista en cuanto al mundo laboral, sobre todo gente como Cova. Siempre admiré a Cova. Ella tenía la absoluta seguridad de estar construyendo una sólida base en la pirámide de su futuro profesional. Se consideraba joven y preparada, con un brillante futuro por delante y con muchos derechos que no dudaba en recordar a nuestro jefe. Tenía una aplastante seguridad que yo envidiaba sanamente. Trabajaba como la que más y se hacía valer. Para ella nunca fue un problema pedir un aumento, pedir asistir a una reunión importante reservada a los senior más VIP de la empresa o solicitar modificaciones contractuales varias... Sí, yo la admiraba, siempre tan segura de su valía en el trabajo y de su posición en la empresa.

Cova dejó aquel trabajo antes que yo. Consiguió un puesto mejor en otra empresa más grande. Conseguía así ascender unos cuantos peldaños en su imaginaria pirámide profesional ... Todo iba según ella había planeado. Según su pronóstico, en unos diez años habría conseguido llegar a la empresa ideal, con buen sueldo y mejores condiciones. Yo creía a Cova. Quería creerla porque me gustaba lo que pensaba y decía. Parecía fácil triunfar.

Hoy Cova me llamó para decirme que la han despedido. Su empresa no ha podido con la crisis y ha prescindido de buena parte de su plantilla. Así se ha materializado la crisis en mi mundo. Y se me cayó la pirámide que yo también había empezado a construir en mi ambiciosa cabecita de proletaria con aspiraciones. Y sentí mucha pena por Cova, por mí y por todos los que, como nosotras, algún día pensaron que era fácil llegar al vértice de la pirámide.

El Belén de la crisis

“¿Comprar una casa? ¿ahora?...¡¡¡¡NOOOOO!!!! ¡Hay que esperar! ...¡que van a bajar! “...
Desde el fin del verano de 2007, cuando comenzó a hablarse de la crisis en EEUU provocada por las subprime, este es el conjunto de frases más repetido por la gente en cuanto manifiesto nuestra intención de comprar una casa. Y es que..¡hay que ver!... últimamente el mundo está lleno de expertos inmobiliarios...
La crisis financiera y las caídas de la bolsa han llegado a ser tema el conversación por excelencia en el bar, la peluquería, el supermercado o la oficina. Todos nos hemos familiarizado con términos que antes estaban reservados a unos cuantos entendidos. Hablamos de lo mal que se están poniendo las cosas y de lo peor que se van a poner, aunque la mayoría no sabemos cuál será el alcance real de estas palabras y esperamos con los dedos cruzados que esta "mala racha" pase pronto.
El domingo estuve dando un paseo con Salvio por el barrio. Me hizo una curiosa observación: “¿Te das cuenta de que ya no se ven tantos carteles anunciando venta de pisos?” ¡¡Es cierto!!
En primavera nos sentimos optimistas y comenzamos a buscar nuestro “nidito perfecto para hipotecarnos”. Los carteles abundaban por nuestro barrio. Supusimos que con la -ya por aquel entonces- famosa crisis, los pisos no se vendían como antes y por eso había más oferta. Decidimos esperar a ver qué pasaba transcurridos unos meses, tal y como los "nuevos expertos inmobiliarios" nos aconsejaron.
Y ocho meses después... la temida crisis es ya un hecho en nuestra sociedad, con empresas importantes en fase de concurso de acreedores y una cifra de parados que ronda los tres millones. Sin embargo, no hay tantos carteles anunciando pisos a la venta. Nos resultó curioso. Y los carteles que hay, anuncian pisos a precios irrisorios -en su acepción de “que mueve a risa o burla”- y no por lo bajos sino por todo lo contrario. Precios desbordados, irreales y fuera del alcance de una economía familiar de pareja trabajadora y sin hijos. Está claro que quien compró en los tiempos boyantes de la especulación se resiste a abandonar la idea de sacar tajada de su inversión inmobiliaria y, o bien retira su piso de la venta hasta que llegue otra época de vacas gordas, o bien sigue pidiendo un precio demasiado elevado para ser considerado un precio justo ¡¡Agárrese quien pueda y tonto-el-último!! ...diría yo...
Así dudo mucho que se mueva el mercado de venta de pisos, al menos el de segunda mano. En cuanto a la obra nueva, aunque no tengo conocimiento actual de este mercado, sí puedo decir que durante la primavera de 2006 fui testigo de bajadas en los pisos de obra nueva de una de las promotoras más conocidas de nuestro país. No obstante estas bajadas eran ya por aquel entonces necesarias aunque insuficientes, debido al precio extremadamente desorbitado que había alcanzado la vivienda.
Y pienso yo que mucho más tendrán que bajar los precios para que, tal y como están de difíciles las cosas hoy en día, los españolitos de a pie nos decidamos a entrar en una caseta para formalizar contratos con una promotora que, posiblemente, no tenga liquidez ni para pagar la luz... Y eso, claro está, contando con que tengamos la suerte de que nuestro banco nos de el "sí quiero" de la hipoteca...
Y es que la burbuja se infló tanto que nos explotó a todos en la cara. A esto se unió la crisis financiera mundial. En nuestro país este tandem resultó ser mortal de necesidad, pues durante estos últimos diez años basamos nuestra economía en la promoción inmobiliaria. Y pasó lo que tenía que pasar, el ladrillo no dio para más...
Es diciembre de 2008, el sistema económico está enfermo de muerte. Se armó el Belén de la crisis...¿y ahora quién lo desarma?...

martes, 2 de diciembre de 2008

Mundo laboral

Me aburro en el trabajo. Trabajo en un lugar donde no sé qué se espera de mi. Sigo las absurdas directrices de un jefe absurdo. No me resulta fácil estar en mi puesto de trabajo casi diez horas al día sin trabajo suficiente para llenarlas y sin directrices claras que seguir. No entiendo la estupidez del “presencialismo laboral” que prima en este lugar.
Recientemente he leído un artículo donde se afirmaba que “las personas satisfechas y motivadas trabajan más y mejor”... Todos los que trabajamos sabemos que es cierto. No entiendo, entonces, por qué directivos y gente con poder para conseguir que el ambiente laboral sea el adecuado no hace nada al respecto.
En el caso de mi empresa lo justifico achacándolo a la más absoluta ignorancia acerca de una buena gestión de RRHH. De hecho, han conseguido que sus “recursos humanos” sean un puñado de seres sin iniciativa y carentes de opinión en lo que al entorno laboral se refiere.
Nuestro gerente-director tiene la absoluta seguridad de que todo subordinado es mucho menos inteligente que él. En realidad, no se da cuenta de que es él quien no es inteligente. Ni siquiera listo. Más bien resulta tremendamente mediocre, algo de lo que sus "ignorantes subordinados" se dan cuenta , como muy tarde, a las dos semanas de trabajar para él, una vez pasada la fase de amabilidad y engaño previo con la que recibe a todo novel. Supongo que su actitud tiene la lógica explicación de intentar esconder sus propias carencias y debilidades, sin darse cuenta de que un buen jefe debería conocer y admitir sus limitaciones. Al fin y al cabo todos somos humanos y por la vía de la empatía todo iría mucho mejor... ¿o no?...
Este es el ambiente donde intento desarrollar mi carrera profesional. Pienso que estaría mejor en cualquier otro trabajo, en cualquier lugar del mundo. Sin embargo, algunos amigos me manifiestan sus quejas de igual o distinto calibre acerca de sus respectivos trabajos. Y yo me desespero pensando que no existe el trabajo ideal y que es una desgracia pasar la mayor parte de nuestras vidas pensando en cuando se acaba la jornada, cuando llegan las vacaciones o cuando hay algún día de fiesta...