domingo, 14 de diciembre de 2008

Viajes, recuerdos y felicidad.


Cuando Salvio y yo nos vamos de viaje, deseo que ese momento no acabe nunca. Desde que salgo por la puerta de casa empiezo a sentir una maravillosa sensación que no desaparece hasta varios días después de regresar.
Realmente, la dulce sensación ya empieza mucho antes de partir, con los preparativos. Leyendo la guía comprada meses antes, curioseando por Internet en foros y páginas de viajes, preparando el itinerario con Salvio, preguntando a amigos que ya conocen el lugar al que vamos a viajar...
Los viajes son maravillosos y lo que nos queda de ellos son los recuerdos, para toda la vida. Recuerdos que podemos hacer que jamás se borren de nuestra mente ayudándonos de una libreta para anotar nuestras vivencias, de nuestra cámara de fotos y de algún que otro objeto de recuerdo que traigamos con nosotros.
Siempre que visito un lugar nuevo me gusta traerme algo que consiga que me acuerde del lugar que visité tiempo atrás y en el que fui feliz. Porque, cierto es que jamás he visitado lugar en donde no me sintiese completamente feliz, ya sólo por la oportunidad de haberlo visitado. Y raro es que en el lugar que sea no encuentre algo que me maraville, me llame la atención, me sorprenda, me haga ver las cosas desde otro punto de vista o me ayude a comprender las diferentes costumbres y formas de ver la vida que hay en el mundo. Gentes distintas. Monumentos. Sabores nunca degustados. Olores posibles e imposibles. Paisajes desconocidos. Animales nunca vistos. Rascacielos increibles. Caudalosos ríos. Mares y océanos. Tantas cosas por ver y tanto que descubrir, vivir y aprender, que el tiempo del que se disponga en cada ocasión, por más que sea, nunca nos parecerá suficiente.
Esta fría tarde de domingo de un prematuro invierno, al calor de Nuestro Hogar, me senté ante una reconfortante taza de café. Un café en mi taza de Egipto. Ese "tesoro" de loza que descubrí en Nuestra visita a El Cairo, en aquella tiendecilla de objetos varios, y que me cautivó nada más verla en el escaparate. Mi taza del dios Horus, con jeroglíficos y colores brillantes. Y reviví aquél maravilloso viaje con Salvio. Y me sentí muy feliz.


2 comentarios:

Alicia Mora dijo...

Saludos desde Lápices para la Paz!
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Besos y muchas gracias!

Salvia dijo...

Gracias por la información. Te escribiré para saber más detalles. Besos!!