jueves, 11 de diciembre de 2008

El Centro Comercial, la pérdida de los valores y el consumo responsable

El otro día en El Corte Inglés, un padre le reprochaba a su lloroso hijo de unos 8 años: "¿Es que todos los sábados tengo que comprarte algo por narices?" El padre estaba indignado y arrastraba al retoño hacia la puerta de salida mientras éste se agarraba a una caja que contenía lo que para él, seguro, era el mejor camión que había visto... desde el sábado anterior...

Está claro que los niños, como tales, no tienen conciencia del valor de las cosas. Cierto es que, a veces, se encaprichan de algo porque les sale de manera innata, porque son críos y les sale el arranque y la querencia por algo y no hay quién les haga bajarse del carro del lloriqueo y la pataleta. Pero si esta actitud se repite constantemente y en la mayoría de los niños nacidos en sociedades de consumo, podemos llegar a preguntarnos hasta qué punto hemos sido nosotros mismos los culpables de estas actitudes...

Hay padres que llevan a sus hijos los domingos a los columpios del parque, a hacer una excursión en bicicleta, a ver un museo o a visitar a los abuelos para charlar o jugar todos juntos a las cartas o al parchís. Otros prefieren ir sistemáticamente al Centro Comercial, porque "hay tantas cosas que hacer allí...".

Es cierto que hay centros de este tipo que ofrecen algún tipo de actividad como reclamo para acudir con los niños, como pistas de hielo, por ejemplo. Evidentemente, si un niño de 10 años le pide a su padre ir a esquiar un domingo a Xanadú... ¿con que argumento se va a negar éste?...

Salvo visitas aisladas del tipo anterior, no veo por ninguna parte el lado lúdico de visitar un Centro Comercial para pasar el domingo con la familia. Tampoco veo la justificación, salvo que tengamos la necesidad de comprar algo concreto. Porque, no nos engañemos, el Centro Comercial es un lugar para comprar y punto. Ir para "pasar el día" me parece una de las conductas más absurdas que ha originado la sociedad capitalista y de consumo irresponsable.

A todas luces, lo que conseguiremos de las generaciones venideras inculcándoles "la cultura del Centro Comercial" será la necesidad de obtener la felicidad momentánea a través de lo material. Y esto no tiene fácil cura, porque no parece una enfermedad... Pero vaya si lo es. Es una enfermedad de los valores.

Claro está que los tiempos que corren no son amigos de los valores, ni del diálogo familiar, ni de estrujarnos el cerebro para captar el interés infantil, proponiendo juegos enriquecedores y divertidos al mismo tiempo. Levántate, trabaja, corre, trabaja, come, corre, trabaja... Lo difícil es llegar a casa y ponerse a jugar o a dialogar con niños... menos mal que está la play para sacarnos del apuro y el domingo siempre nos queda el Centro Comercial...

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