jueves, 4 de diciembre de 2008

Mi amiga Cova

Hoy me llamó mi amiga Cova. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de ella. La vida en una gran ciudad es lo que tiene: muchas cosas que vivir y muy poco tiempo para hacerlo. Nos pasamos el día haciendo planes y planes sabiendo que no cumpliremos ni la mitad: ni iremos al gimnasio, ni a clase de inglés, ni al curso de cocina ni al de danza oriental... por mucho que nos lo hayamos propuesto.

Conocí a Cova en una empresa para la que trabajé hace algún tiempo. Enseguida hicimos migas: mismos estudios, gustos parecidos y similares inquietudes... ¡bien!...¡¡alguien con quien compartir confidencias en el día a día laboral!!

Aunque no muy lejanos, eran otros tiempos, sin duda. Eran tiempos en los que todavía se podía uno permitir ser optimista en cuanto al mundo laboral, sobre todo gente como Cova. Siempre admiré a Cova. Ella tenía la absoluta seguridad de estar construyendo una sólida base en la pirámide de su futuro profesional. Se consideraba joven y preparada, con un brillante futuro por delante y con muchos derechos que no dudaba en recordar a nuestro jefe. Tenía una aplastante seguridad que yo envidiaba sanamente. Trabajaba como la que más y se hacía valer. Para ella nunca fue un problema pedir un aumento, pedir asistir a una reunión importante reservada a los senior más VIP de la empresa o solicitar modificaciones contractuales varias... Sí, yo la admiraba, siempre tan segura de su valía en el trabajo y de su posición en la empresa.

Cova dejó aquel trabajo antes que yo. Consiguió un puesto mejor en otra empresa más grande. Conseguía así ascender unos cuantos peldaños en su imaginaria pirámide profesional ... Todo iba según ella había planeado. Según su pronóstico, en unos diez años habría conseguido llegar a la empresa ideal, con buen sueldo y mejores condiciones. Yo creía a Cova. Quería creerla porque me gustaba lo que pensaba y decía. Parecía fácil triunfar.

Hoy Cova me llamó para decirme que la han despedido. Su empresa no ha podido con la crisis y ha prescindido de buena parte de su plantilla. Así se ha materializado la crisis en mi mundo. Y se me cayó la pirámide que yo también había empezado a construir en mi ambiciosa cabecita de proletaria con aspiraciones. Y sentí mucha pena por Cova, por mí y por todos los que, como nosotras, algún día pensaron que era fácil llegar al vértice de la pirámide.

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