viernes, 9 de enero de 2009

Soneto para un adicto al trabajo versus un jefe como todos deberían ser

Eres joven, afortunado, guapo.
Con salud, hijos, dinero y trabajo.
Llegaste a lo alto viniendo de abajo,
eres un príncipe que antes fue sapo.

Así te ven, mas te sientes guiñapo.
En lo alto en la empresa y en casa un andrajo.
Tu mujer te abandonó ¡qué carajo!
de casa se fue con otro chulapo

Ahora, en la soledad del despacho,
los recuerdos te saturan la mente.
Has fallado, ¿qué ocurrió, muchacho?

Lo ves todo muy claro de repente:
tu feliz matrimonio se fue al tacho
por no dedicar tiempo suficiente.


El soneto anterior me lo ha inspirado una persona bien diferente a esta otra de la que os voy a hablar: mi primer jefe, Jesús

De todos los jefes que he tenido en mi vida laboral me quedo, sin duda alguna, con el primero. No fui consciente de lo buen jefe que era hasta que salí de su empresa y ví lo que había...

Jesús era un jefe como todos deberían ser.

Cuando empecé a trabajar para Jesús, su personalidad no causó en mi ninguna impresión o extrañeza. Como era mi primer trabajo, pensé que todos los jefes eran así. Ante todo se consideraba una persona y, como tal, nos veía a los demás también como personas. Esto puede parecer de perogrullo, pero no lo es, porque hay superiores nada humanistas para los que somos máquinas que no tienen más vida que la laboral.

A Jesús le preocupaba mucho la formación de su gente, quería que leyésemos y que nos interesásemos por el trabajo que desempeñábamos y por eso procuraba hacérnoslo lo más atractivo posible. Conseguía incentivar el compañerismo, la comunicación y el buen feeling entre los compañeros. Él se consideraba uno más del equipo, pero al mismo tiempo lo dirigía con tal maestría que ni se notaba que lo hacía. Estaba muy interesado en seguir aprendiendo siempre. Y, una de las cosas que yo más admiraba de él, era que tenía tiempo para todo. Solía hablarnos de sus hijos, de que les había llevado al cine o al circo. De su mujer, con la que había ido a cenar a este o aquel restaurante o a ver la última exposición temporal de pintura de El Prado...

Era un hombre con unos buenos valores, comprometido y culto. Además de todo esto, profesionalmente era un auténtico genio.

Puedo asegurar que Jesús había logrado llegar a esa paz interior que da el tener una vida plena y feliz en todas sus facetas, laboral, familiar, ocio, amigos...

Está claro que no todos los jefes tienen las cualidades innatas que tenía Jesús, tanto para gestionar equipos como para dirigir una empresa, pero por lo menos sería bueno que intentasen hacerlo. Con formación, interés y voluntad podría conseguirse.

Jesús era magnífico. Me alegro de haberle conocido. Cuando dejé su empresa por un trabajo que yo consideraba mejor, se alegró mucho por mí. Me dijo que era joven y que uno no debe acomodarse en el primer trabajo que encuentra, que está muy bien volar y ver otros mundos para tener amplitud de miras, poder comparar y llegar a nuestra meta. También me dijo que guardaba la esperanza de que algún día volviera a llamar a su puerta. Y sabiendo que, lamentablemente, los jefes no suelen ser como Jesús... ¡ganas no me faltan de volver!

2 comentarios:

mariposa dijo...

Hola, yo creo que jefes como esos no hay demasiados por ahí, tienes toda la razón, porque la mayoría pavonean de autoridad...Pásate por mi blog que si te interesa, hay un meme al que te nominé. un saludo

Anónimo dijo...

Salvia, que te tenía un poco abandonada, gracias por tu último comentario a mi post. Como siempre, tus escritos me sugieren muchas ideas para los míos. Un saludo y sigue adelante con tu blog. Me gusta mucho leerlo. Saludos.